¡Proletarios de todos los países, uníos!
Contra la farsa plebiscitaria y contra las alzas: impulsar y desarrollar la protesta popular
La crisis económica internacional ha vuelto a agudizarse este año. No hay recuperación sustancial respecto de la crisis de 2008 cuando ya se iniciaba otra el 2018. Hoy ya se habla de recesión en EEUU, también en Europa, contracción y recesión en China, al igual que en Japón. La escalada alcista de los precios a nivel mundial no muestra signos de detenerse; se responsabiliza de esto a la guerra rusa de agresión a Ucrania. Sin embargo, no son más que manifestaciones del mayor monopolismo, parasitismo, descomposición y agonía del imperialismo, todo esto genera agudización de las contradicciones interimperialistas, colusiones y pugnas por un nuevo reparto del mundo, y por supuesto guerras, guerras de todo tipo en las cuales terminará por hundirse. Cada imperialismo lucha por una mayor tajada del territorio económico del mundo. Indudablemente también provoca un recrudecimiento de la contradicción principal entre naciones oprimidas e imperialismo. Todo esto se acompaña de una galopante reaccionarización y militarización de la situación. Que duda cabe: ¡Vivimos en tiempos de guerra!
En este escenario mundial es que sobre las masas de las naciones oprimidas en primer lugar y también sobre los pueblos de los países imperialistas recae como siempre y de forma aguda el peso de las crisis económicas. La inflación, en este sentido, no es más que el traspaso de recursos de una parte de la población (inmensamente mayoritaria) a otra (minúscula); es el robo descarado a las clases trabajadoras a través del alza impúdica de los precios de los bienes fundamentales para su subsistencia. De esta forma fluye la sangre de la clase obrera, del campesinado pobre, a través de las principales arterias de la economía nacional a las sanguijuelas imperialistas y criollas para sostener sus déficits, mantener su ingente acumulación de capitales y sus guerras de agresión. Al mismo tiempo este proceso de concentración y centralización de capitales, fruto del trabajo y la riqueza de naciones oprimidas y pueblos, exhibe en su contracara un mayor empobrecimiento de las masas populares, cesantía, hambre y un largo listado de lacras sociales.
Las condiciones revolucionarias están plenamente maduras. Desde los 80 vivimos la ofensiva estratégica de la revolución proletaria mundial. En respuesta a ello, el imperialismo ha desenvuelto una ofensiva contrarrevolucionaria general que al presente se debilita día tras día y que al contrario ha venido generando creciente y combativa rebelión en las masas populares de todo el mundo. Esta violencia de masas se ha plasmado en sendas guerras populares, luchas armadas y levantamientos populares. Es más, en los últimos años no se han detenido las protestas populares, ni en intensidad, ni en cantidad, ni en extensión. Esta es una de las características de la situación internacional de los últimos cuatro años. Grandes protestas en Brasil, Ecuador, Colombia, Panamá, Guatemala, Haití, Bolivia, Colombia, Argentina, Perú, Venezuela, Nicaragua, etc., solo por mencionar a América Latina, pero son grandes sucesos que también se están viviendo en el resto del mundo. Sin embargo, cabe resaltar que Latinoamerica se ha transformado en el eslabón débil de la cadena de dominación imperialista mundial, las masas campesinas han sido un protagonista de primera línea en toda esta rebelión que enciende la llama de nuevas guerras populares.
Chile no ha estado ajeno a este gran proceso que vive el continente y el mundo. La crisis económica y la recesión que viven el país es también una expresión de la crisis general que vive el capitalismo burocrático, una clara señal del hundimiento de la vieja sociedad, pero que no caerá por si misma, antes más, solo con los golpes revolucionarios del pueblo armado podremos enterrar lo viejo y construir lo nuevo, la nueva sociedad.
Las clases dominantes no son monolíticas, tienen contradicciones internas, fracciones y múltiples fracturas. Bajo el espureo regimen representativo vigente, buscan articular un así llamado “sistema político”, con derecha, centro e “izquierda”, fuera del cual es inadmisible otra fuerza política que no se integre finalmente a sus reglas del juego, a esto llaman democracia. Con distintas caretas y banderas y falsas banderas pretenden acarrear detras de si al pueblo hacia ese podrido “sistema”, ofertándolo como el único posible hoy, dentro del cual inclusive, afirman, es posible hacer cambios, incluso hasta cambios “revolucionarios” y de la propia constitución política. Esta es su patraña. Es la hoja de parra con que buscan encubrir sus verdaderos intereses de clase, es la hoja de parra con que buscan cubrir su verdadera naturaleza política, la de ser una dictadura conjunta de grandes burgueses y terratenientes al servicio del imperialismo principalmente yanqui, dictadura sobre el pueblo. Por lo tanto son intereses distintos y opuestos a los del proletariado y del conjunto de las masas populares. Destacar al imperialismo yanqui, bajo ningún argumento excluye el papel que juegan también en nuestro país los imperialismos chino y ruso, los imperialismos alemán, francés o inglés. Todos estos en pugna y colusión por explotarnos y oprimirnos. A todo este puñado de países parásitos debemos combatir, siendo el imperialismo yanqui, insistimos, el mayor enemigo de los pueblos del mundo.
No debemos permitir que la lucha del pueblo sea sujetada a ninguno de estos podridos intereses. Los revolucionarios, el movimiento obrero y popular, la heroica lucha del pueblo mapuche, no pueden colocarse a la cola de ningún sector o facción de las clases dominantes ni del imperialismo, ni sujetarse a ningún bastón de mando, hacerlo significa poner de rodillas al movimiento popular y prolongar los sufrimientos del pueblo, significa frenar la lucha de clases que se agudiza de día en día. Tampoco obviamente subordinarse a ninguna facción de las clases dominantes criollas.
La lucha de clases en nuestro país se viene desarrollando auspiciosamente. Ante este panorama extraordinario y luminoso las clases reaccionarias tiemblan y corren en desbande a ofrecer todo tipo de patrañas electoreras y constituyentes, para salvar su podrido régimen de opresión y explotación y para desviar al proletariado y al pueblo de su verdadero camino democrático, camino que solo se puede recorrer con Guerra Popular. Guerra de todo el pueblo contra sus enemigos.
Hace casi tres años, en noviembre de 2019, se firmó entre los principales representantes de las distintas fracciones de las clases dominantes el “Acuerdo por la paz social y la nueva constitución” a partir de ese acuerdo se esbozó un cronograma electoral que sentaba bases para iniciar una nueva reestructuración del viejo Estado. Esto como una importante medida para contener la creciente protesta popular iniciada en octubre, pero también y fundamentalmente para hacer frente a la lucha armada que viene desenvolviendo el campesinado pobre mapuche.
También, y casi desapercibida, en diciembre de 2019 un sector de la fracción compradora de la gran burguesía con Bernardo Larraín Matte a la cabeza (representante del clan Matte) ha impulsado una propuesta de creación de un “Consejo Económico y Social” para la corporativización de la sociedad, plan reaccionario presentado como “Un camino posible”. Este Consejo promueve la participación de cacasenos, intelectuales mercenarios, académicos rastreros, “empresarios” y “trabajadores”, es la vieja ilusión del siglo XX de esta fracción. Su tarea fundamental es conjurar la revolución.
En pocos días más, el 4 de septiembre se llevará a cabo el llamado plebiscito de salida para la aprobación o rechazo del proyecto de nueva constitución. Con ello se sigue, a punta de estados de emergencia, creciente militarización y represión, con el cronograma contrainsurgente al servicio del cumplimiento de las tres tareas contrarrevolucionarias que impulsa la reacción.
Existe consenso en las clases dominantes en la necesidad de reestructurar el Estado, mas difieren un poco en la forma de esta reestructuración; sin embargo en las distintas propuestas aparecen rasgos fascistas y corporativistas. Y es que temen que el ejemplo de la lucha mapuche migre hacia el resto del campo en el país, temen esto porque la dura situación de cientos de miles de temporeros sometidos a salarios de hambre y miseria (no obstante su gran aporte al PIB), que la crítica situación del campesinado pobre (sin tierra o con poca tierra), prenda como una chispa en la seca pradera. Los terratenientes bajo amenaza o bien haciendo vacuas promesas, buscan arrastrar a estas masas pobres del campo a votar. Pero muchos terratenientes no tienen nada que temer del proyecto de nueva constitución, la propiedad privada se mantiene prácticamente inalterada chocando con el anhelo de las masas populares del campo a la tierra para quien la trabaja.
Es claro que las distintas fracciones de las clases dominantes buscan cabalgar sobre el anhelo de cambios profundos que hay detrás de muchos que creen que estos se pueden producir mediante el cambio de la constitución. El oportunismo (entre ellos los revisionistas) y la reacción buscan traficar con esto. También, parte importante de la fracción burocrática de la gran burguesía y sus representantes (socialcorporativistas o demoliberales de “izquierda”) busca movilizar a la intelectualidad y pequeña burguesía principalmente urbana en una extensa campaña de dos millones de puerta a puerta. Hay anhelos de cambios verdaderos puesto por sectores de las masas en el proyecto de nueva constitución, pero no son más que ilusiones. La defensa de la propiedad privada ha estado en todas las constituciones que se ha dado el país y no es una excepción en este proyecto que se votará. Esta defensa se traduce en último término en la defensa de la gran propiedad, por lo tanto, los factores que dislocan, distorsionan e impiden el desarrollo de la economía nacional no se eliminarán. Al final todo camina hacia una mayor agudización de la lucha de clases, dicho de otra forma: la verdadera polarización hacia la que se dirige la sociedad. Ninguna constitución redactada al alero del viejo Estado representará los anhelos del pueblo, porque no son conciliables los intereses y propiedad de grandes burgueses, grandes terratenientes y del imperialismo con los intereses del pueblo.
Por otra parte, esta es la primera elección con inscripción automática y voto obligatorio. Evidencia de la desesperación de esas clases. La verdadera contradicción o verdadera polarización busca ser eclipsada con la falsa contradicción o falsa polarización utilizando incluso la confrontación de masas contra masas. En último término el apruebo o rechazo esconde contradicciones entre diferentes sectores de las clases dominantes en como desenvolver las tareas contrarrevolucionarias. El voto obligatorio no es más que un acto desesperado para estucar cimientos podridos.
Ante esta situación, se abre impetuoso el camino del pueblo y es necesario que comunistas y revolucionarios definan claramente su posición, pues de ello dependerá su orientación y quehacer político en los próximos años.
El camino democrático del pueblo, el camino revolucionario nos llama a ir a vivir, luchar y producir entre las masas pobres del campo y la ciudad, ir a ellas a forjar su militancia revolucionaria en esta hora, ir a ellas a construir las formas más altas de organización y de lucha siguiendo el camino de Recabarren, de la siembra roja y reconstituir el Partido del gran jefe proletario, reconstituirlo como Partido Comunista militarizado bajo la guía de las afiladas lanzas del marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente maoísmo y los aportes de validez universal del Presidente Gonzalo.
¡Boicot a la farsa electoral!
¡Ni apruebo ni rechazo! ¡Abajo la farsa electora!
¡No votar, luchar contra las alzas!
¡No votar ni anular a la calle a protestar!
¡Contra las ilusiones constitucionales, contra la farsa plebiscitaria, contra las alzas: impulsar y desarrollar la protesta popular!
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