jueves, 28 de julio de 2022

Hualañé y lucha de clases: Nuevo folleto

Contenido del folleto elaborado en conjunto con “Ediciones LEFTRARU” 


Concentración política en la punta de diamante del pueblo. Sin fecha


Origen histórico

La comuna de Hualañé tiene varias teorías de origen, siendo la más completa que partió como pequeña aldea de pueblos nativos, los que vivían con escaso desarrollo agrario. Probablemente fueron Mapuche en coexistencia con “Mitimaes” del Imperio Inca quienes fundarían el pueblo de “Gonza” a orillas del río Mataquito, en lo que hoy es “La Huerta”. 

Importante es la presencia del cerro Chiripilko (o Chilipirko) ubicado en los alrededores de La Huerta, donde se descubre un cementerio Mapuche a las faldas del cerro. Su tradición funeraria consistía en colocar los muertos apropiadamente envueltos, tendidos sobre un sitio especial, tapados con tierra y piedras para formar un montículo. Se presume que en este cementerio estarían los restos de uno de los toki (jefe militar) más conocidos del pueblo Mapuche. Nos referimos a Leftraru -llamado Lautaro por los españoles-el que habría caído en combate en el Chiripilko, teoría aún en revisión de comprobación.

Tras la invasión española, la guerra de ocupación y la instauración del sistema feudal agonizante en Chile, la aldea de Gonza es conquistada y entregada como merced de tierra a Martín Muñóz, Gobernador Español. Mientras en lo que hoy es el pueblo de Hualañé, se establecería una estancia en 1618 a manos de Garcés Torres la que fue llamada “Gualagne”.

Se dice que durante el proceso de “independencia” de Chile se habría ocultado en el sector Manuel Rodríguez, y que Bernardo O’Higgins habría acudido a esta parte de la provincia de Curicó para equipar su expedición hacia el Perú. De la zona se le habría enviado madera de coligue y pieles de vacunos.

Las relaciones feudales se mantuvieron a pesar de que las promesas de los independentistas, lo que en Hualañé se materializó constituyéndose en una gran estancia de propiedad de Rodolfo Garcés Gana, siendo la casa patronal lo que hoy es el Hospital y las caballerizas y corrales son hoy lo que conocemos como la Plaza de Armas.

Condiciones de vida de los campesinos de Hualañé

A principios del siglo XX la zona centro-sur de Chile se constituiría en propiedades agrícolas que estaban en manos de los Hacendados, que eran los patrones y dueños de haciendas de campo, también conocidos como “Terratenientes” o “Latifundistas”. Y quiénes trabajan sus tierras son los campesinos, ya sean Inquilinos, peones, labradores o afuerinos. Múltiples relatos evidencian que el trato de los patrones hacia los campesinos era abusivo, sin preocuparse de las condiciones y calidad de vida de los trabajadores.

Por ejemplo, el pago por trabajar la tierra consistía a veces en 2 panes grandes conocidos como “galletas”, un poco de porotos, papas, tomates y muy poco dinero. Para alimentarse, los campesinos recurrían a ollas comunes, donde solidariamente cada persona echaba algún ingrediente a la olla y así el alimento se hacía más contundente, alcanzando las raciones para varias personas.

Las casas de los campesinos eran extremadamente rústicas, hechas de paja y barro. Los más pobres sólo podían hacerlas de paja, desde los muros hasta los techos. En 1913, cuando se inaugura el ferrocarril, había sólo 5 casas de adobe y todo el resto eran de coligüe y paja según documentos históricos.

La higiene era problemática, pues la mayoría de los campesinos no contaba con agua potable. Para bañarse había que acudir al río o juntar agua de vertientes en baldes.

La vestimenta era escasa. Por ejemplo, las familias campesinas no tenían posibilidad de adquirir zapatos, así que usaban “ojotas”. Incluso los niños que a veces debían caminar descalzos y se veían en la obligación de ayudar a sus padres trabajando en el campo a muy temprana edad.

No había acceso a electricidad, por lo que se usaban velas de cera, “chonas” (lámpara de gas) o lámparas de parafina para alumbrar en las noches.


Los Patrones

Al mismo tiempo tenemos a los “ricos”, los dueños de la mayoría de los locales comerciales del pueblo donde varios eran extranjeros.  Familias de apellidos Caria y Garau, provenientes de Italia, también otros de origen europeo como Herrero,  Becker y armenios como Zajuria son los que llegaron a Hualañé. Los relatos concuerdan que, tras establecer negocios en el pueblo, comenzaron a adquirir tierras, comprándole a la gente más pobre, muchas veces de “mala manera”, es decir, con fraudes al aprovecharse de que muchos campesinos no sabían leer ni escribir y les hacían firmar documentos de propiedad de tierras, ya sea bajo la influencia del alcohol, como también usando la extorsión y otras situaciones. Posteriormente otros grandes propietarios de tierras, tanto nacionales como extranjeros se apoderarían de los terrenos.

Los privilegios con los que gozaban los patrones eran inmensos, contando incluso con sus propias bodegas en las estaciones del ferrocarril donde acopiaban sus cosechas. También contaban con sus propios carros para transportar productos como maíz, trigo y porotos,  con destino a Curicó, Santiago u otros lugares del país.

Estos privilegios les permitían ejercer gran poder económico y también gran poder político. Cuando la estación terminal del ferrocarril que estaba en Hualañé se trasladó a Licantén - 20 kms hacia la costa -, las bodegas se cerraron abriéndose nuevas en Licantén. Pero los espacios quedaron, y al estar tan cerca de la escuela pública de Hualañé, que era lugar de votaciones, los patrones llevaban en fila a sus inquilinos a votar por el candidato de su preferencia. Para limpiar su imagen, los patrones tras realizar el fraude electoral, daban raciones de alimento, vino o dinero para que los campesinos no protestaran. Esto era muy recurrente, donde los días de votaciones llegaban carros de carga llenos de todos los inquilinos de los fundos y haciendas cercanas. El nombre que se les daba a estos votantes controlados era el de “carneros”.

A mediados de los 70’, el tren deja de funcionar y llegan los buses, siendo la primera empresa en prestar servicios “Buses Díaz”, que viajaba desde Curicó, pasando por Hualañé, Licantén hasta las playas de Iloca y Duao. Estos buses también fueron usados preferentemente por los “ricos”. Testimonios indican que era común ver a personas como Juan Garau y Jesús Esteban Herrero viajar de paseo a los balnerarios.

La falsa Reforma Agraria en Hualañé

Después de la elección de Eduardo Frei Montalva como presidente en 1965, se inicia en Chile el plan elaborado por la “Alianza para el Progreso” liderada por el imperialismo yanqui de realizar falsas reformas agrarias con el fin de descomprimir el auge revolucionario que estaban ocurriendo desde la década de 1920 en nuestro país y toda América Latina. Las promesas de prosperidad, de respeto a los derechos de los campesinos y, lo más anhelado por éstos, ser propietarios de un pedazo de tierra rápidamente se fueron esfumando.

Muchas familias de Hualañé recuerdan que lo realizado por esta reforma agraria es la parcelación de los terrenos, donde algunos campesinos obtuvieron cierta tierra pero otros quedaron “volando”, sin nada. 

Los pocos nuevos parceleros no pudieron mantener ni hacer producir sus terrenos. Esto debido a que no contaban con el “apero” necesario, es decir, las herramientas básicas como un arado, pareja de caballos y rastra para trabajar la tierra. Esto generó que la calidad de vida de los campesinos no se viera mejorada para la mayoría, ya que seguía escaseando el trabajo y quienes conseguían empleo debían trabajar hasta “sacarse la murienta”. Por esta razón, muchos fueron los campesinos que se vieron obligados a ocupar sólo una pequeña parte de sus terrenos y la otra arrendarla, ocuparlos a medias o simplemente vender para tener dinero y poder comer.

También hubo muchos campesinos inquilinos que no se parcelaron sino que se quedaron con los patrones trabajando. Estos campesinos fueron llamados despectivamente como “amarillos”, ya que tampoco se organizaron en sindicatos.

La CORA (Corporación de Reforma Agraria) fue el organismo estatal creado para comprar las tierras a los patrones y venderla a los nuevos parceleros. En la práctica, la CORA se transformó  en un nuevo terrateniente estatal, ya que la poca tierra “expropiada” en realidad fue comprada a altos precios a los patrones. Además, los fundos “expropiados” en realidad fueron las tierras en peores condiciones para la siembra, y fueron éstas las que fueron posteriormente entregadas a los campesinos llamados “nuevos parceleros”. Los testimonios hablan que en sus inicios, algunos patrones dieron voluntariamente un cuarto de tierra, aunque la ley de la reforma agraria de 1967 dictó que se tenía que dar media cuadra, pero los dueños de los fundos siguieron dando menos.

En Hualañé se habla que las primeras tierras “expropiadas” fueron las que donaron los curas, los fundos de hermanos curas, que estaban en pésimas condiciones para trabajar.

La CORA, además, exigía a los nuevos parceleros pagar cierto porcentaje de la compra y venta de tierras pactada con los patrones. 

Usual era que la CORA pasara por encima de las organizaciones campesinas independientes. Tal fue el caso del sindicato campesino que dio origen al asentamiento de Peralillo, pequeña localidad de Hualañé, donde los socios se habían organizado para comprar tierra y formar una cooperativa, sin embargo la CORA compró el terreno reclamado y formó el asentamiento, que era más pequeño que la cooperativa, generando molestia y dificultades entre los miembros del sindicato.

Experiencias de organización y lucha campesina

El movimiento campesino en Chile venía incrementándose desde la década de los 20’, y Hualañé la excepción. Por eso, en nuestra comuna, se peleó primero para que legalmente se reconociera a los sindicatos de menos de 20 trabajadores, ya que la realidad local mostraba que en los fundos solía haber entre 6 a 7 personas. 

Existió presencia de diversos grupos y organizaciones campesinas como el Movimiento Campesino Independiente (MCI), el que se conforma por una gran cantidad de delegados del Instituto de Educación Rural (IER) en 1964. Esta organización, si bien no logró tener una caracterización correcta de la base económica de nuestro país, sirvió hasta cierto punto para luchar por demandas muy sentidas por los campesinos como mejores salarios, condiciones de trabajo adecuadas y obtención de pedazos de tierras.

La lucha de los campesinos siempre ha sido difícil, primero enfrentándose contra siglos de humillación, ignorancia y desprecio por parte de los patrones y luego a la represión armada tanto del Estado como de los propios latifundistas. Eso hacía necesaria el uso de las protestas y acciones políticas a modo de conquistar derechos y defenderlos.

En Hualañé, generalmente las manifestaciones políticas dirigidas por sindicatos o por los grupos de izquierda consistían en grandes concentraciones en la Punta de Diamante del pueblo a las que asistía un número considerable de gente. Allí también se realizaron conmemoraciones para el 1° de Mayo, día de la clase obrera, campesina y popular. Las manifestaciones de trabajadores, tanto locales como de alrededores, terminaban con marchas a través de todo el pueblo.

Las diversas huelgas y movimientos por los derechos fueron logrando que cambiara un poco el trato hacia los campesinos por parte de los ricos, aunque el hostigamiento hacia los dirigentes sindicales era permanente. Aún así, eso no impidió que las masas se organizaran y reclamaran las justas demandas y derechos.

Por ejemplo, el sindicato del asentamiento de Peralillo logró obtener electricidad para cada casa, y no sólo para los socios sino que solidariamente conectaron a la mayoría de los vecinos cercanos. Otros objetivos como más regalías, más talaje y aumento de un cuarto de chacra eran por los que luchaban.

El testimonio de uno de sus dirigentes clarifica la importancia de obtener tierra, ya que el campesino puede “sacar más plata” a la chacra que al salario. Si el salario se aumentaba en 50 escudos, el cuarto de chacra podía producir hasta 400 escudos, con ayuda del trabajo propio y de la familia.

Incluso se levantó un pliego de peticiones elaborado en conjunto con la Federación Provincial “Camino Abierto” de Curicó donde se exigía a los patrones:

Fijar un salario mínimo para inquilinos y trabajadores especializados.

Regalías mínimas para todos los trabajadores agrícolas permanentes.

Pago al 100% por día de lluvia, reconocimiento de trabajos especializados y aumento de pago en porcentajes (como 2% o 5%) según labor.

Capacitaciones para mejorar la producción, pidiendo 6 días laborales autorizados  y solicitudes de arriendo de tierra.

Golpe de Estado de 1973 en Hualañé

Testimonios aseguran que días previos al golpe militar que impondría en el gobierno a Augusto Pinochet y su Junta Militar Fascista (JMF), rondaba por el pueblo un bus de la locomoción colectiva de Santiago que llamó la atención. Se asegura que muchos de los detenidos políticos como dirigentes sindicales, militantes de partidos políticos de izquierda entre otros fueron trasladados hacia Curicó en dicho bus.

Algunos de los detenidos fueron gravemente golpeados por los militares y agentes de la represión. Muchos estuvieron detenidos varios días en Curicó, aunque se asegura que retornaron todos al pueblo.

Tras el golpe de Estado, la vida se volvió muy complicada porque los vendedores se negaban a atender; las masas empezaron a ayudarse mutuamente con mercadería para poder comer.

La JMF prohibió los sindicatos, destruyéndolos y a sus dirigentes los persiguió. En algunos casos, como el del sindicato de campesinos de Peralillo, el gobierno de Pinochet no quería que su dirigente dejara el cargo, puesto que buscaron usarlo como puente de información para los patrones. Aunque se negara, el dirigente era hostigado por Carabineros quiénes llegaban a su casa a cualquier hora, allanando el domicilio y quitando los documentos de propiedad del asentamiento.

Muchos dirigentes tenían problema para encontrar trabajo, ya que los patrones amparados por el Estado hacían “listas negras”, donde tenían anotados los nombres de los campesinos rebeldes y no les daban empleo. Aún así, cientos de campesinos sortearon la suerte y lucharon como pudieron para salir adelante.


Actualidad

Como en toda su historia, Hualañé y sus alrededores están íntimamente ligados al campo. A pesar que existe quiénes afirman lo contrario, sigue siendo una zona principalmente agrícola, donde la base económica principal es la cosecha de frutas frescas como cerezas, arándanos, manzanas, ciruelas, frutillas, entre otras. Así también frutos secos como nueces y avellanas.

Otro factor es la cultura popular campesina, que está siempre presente en las costumbres, los “modismos”, en el ritmo de vida y las tradiciones del pueblo.

Por tanto, el sistema semi-feudal es muy evidente, donde perduran inquilinos, campesinos sin tierra y campesinos con muy poca tierra, quiénes muchas veces deben arrendar para trabajar los terrenos.

Y si de gran número se trata, son los temporeros los que llevan la delantera. Los fundos en que éstos trabajan, aunque se disfracen con la fachada de “empresas agrícolas” o exportadoras, mantienen los abusos e injusticias que hemos descrito:

No pago adecuado de salario, falta de entrega por parte del empleador de elementos de seguridad personales, la falta de agua potable en los fundos, baños en pésimas condiciones, acoso laboral y sexual, casi nula fiscalización de los transportes de traslado entre otras irregularidades fácilmente visibles. 

Otro desafío es la cesantía. Prácticamente hay 3 meses en el año en que los ingresos de los temporeros son críticos al haber muy pocos puestos de trabajo. Siendo  Junio, Julio y Agosto, los meses donde el invierno es crudo y muchas familias se sostienen con el dinero ahorrado durante los tiempos de la cosecha del verano.

La industria forestal presente en la comuna desde mediado de los 70’, llegó prometiendo múltiples puestos de trabajo, sin embargo se trató sólo de promesas ya que las propias empresas, como Celulosa Arauco - dueña de la planta Licancel -, al ser una cadena nacional, trajo su propio personal capacitado de otras partes del país para trabajar en sus faenas, por lo que pocas personas de Hualañé o Licantén pudieron encontrar empleo allí.

Los campesinos más pobres o medios que tienen alguna hijuela o unas cuantas hectáreas de tierra producen distintos vegetales, intentando competir contra los grandes fundos y empresas agrícolas. Además de cultivo de hortalizas, papas, maíz, alfalfa, sandías, brócoli y coliflor, encontramos algunos que han optado por el tabaco y trabajan con las tabacaleras. Otros producen tomates, enviando su producción a la empresa Agrozzi ubicada en Teno. En ocasiones, las empresas grandes hacen convenios con los dueños de las tierras donde se comprometen a comprar 1, 2 ó más hectáreas (según sea el caso) y así atan a los pequeños campesinos a los precios que exige el mercado a cambio de tener un comprador seguro.

Por otro lado tenemos que hoy en día los patrones siguen gozando de tremendos privilegios y de un gran poder  político y económico. 

Muchos llegan a los fundos volando en helicópteros, supervisan y humillan a los temporeros mientras se pasean en camionetas gigantes 4x4 o cuatrimotos. Tienen tratos especiales con las autoridades municipales y del Estado. Roban agua descaradamente de las napas subterráneas, de los ríos y vertientes. Niegan el acceso a las masas a lugares de uso público como playas y lagos. Cuando tienen conflictos con las comunidades, tienen pleno apoyo de Carabineros, tal cual guardias privados que cuidan con armamento sus fundos entre muchos otros ejemplos.

Todo esto muestra indudablemente que la lucha de clases aún existe. Y mientras exista opresión habrá rebelión. 

El movimiento campesino ha sufrido fuertes golpes y desorganización, pero eso no significa que no pueda renacer y fortalecerse. La semi-feudalidad es uno de los enemigos a golpear, luchando contra los patrones abusivos, así también sus agentes, funcionarios e intermediarios que sostienen al viejo Estado  y sus redes clientelares tanto en Hualañé como en todo el país. 

Quiénes son conscientes y están en contra de esta injusta sociedad dividida en clases en localidades agrarias como Hualañé debemos luchar por los derechos de los campesinos, de los temporeros, de los pequeños propietarios principalmente y  por devolver la tierra a quiénes trabajan y viven en ella. Todo esto será clave para cumplir con una de las tareas pendientes que transformen por completo todo el campo chileno, es decir, la verdadera Revolución Agraria como parte de una Revolución de Nueva Democracia que entregue los derechos y justicia para todos los pueblos que habitan Chile.

lunes, 11 de julio de 2022

La falsa Reforma Agraria y la necesidad de la Revolución Agraria en Chile.

 Avance del trabajo revolucionario de propuesta de revolución de Nueva Democracia para Chile




En la actualidad la semifeudalidad ha evolucionado en el agro tras una mayor penetración del capitalismo burocrático, que es un capitalismo atrasado, donde la poca industria existente es servil a la extracción de materias primas sin refinar y, tal como se evidencia con la minería o la exportación de frutas, van a parar a países imperialistas como EE.UU., China, Europa y otros, reafirmando nuestra condición de semicolonia. 

Esto viene provocando un cruel y prolongado despojo a los campesinos; mediante la hipoteca y la quiebra de la economía campesina, se ha producido una mayor reconcentración de la tierra en manos de grandes latifundistas. A causa de esto, miles de familias han debido emigrar a las ciudades. Los campesinos han debido soportar una serie de poderes compradores semifeudales que fijan los precios de su producción y acumulan más riqueza gracias al trabajo campesino.

El crónico e histórico problema de la tierra ha provocado una excesiva subdivisión de la pequeña propiedad campesina (minifundio), aumentando el número de campesinos pobres sin tierra o con poca tierra.

La servidumbre, basada en la gran propiedad de la tierra y en el traspaso de trabajo gratuito al latifundio prosigue de forma abierta y/o encubierta en numerosas modalidades. Ejemplo es que, en pleno 2022 aún existen inquilinos, trabajadores que viven en fundos para cuidarlos y, además, deben trabajar en las faenas agrícolas. Muchas veces a éstos sólo se les paga por el trabajo en las faenas pero no se les remunera el cuidar y hacer tareas fuera del horario laboral.

Hoy en día los terratenientes concentran gran parte de la tierra productiva del país. Este sector de las clases dominantes aparece vinculado y entrelazado por miles de hilos a la gran burguesía.

El amplio desarrollo del proletariado agrícola (temporeros) esconde detrás del salario que se les entrega, las viejas relaciones de producción que encarnan la semifeudalidad, pues ésta no ha sido radicalmente barrida por una revolución democrática. Ejemplo de ello es lo que señala en entrevista a SURMAULE Hugo Reyes, ex funcionario de la CORA durante el gobierno de Allende: 

(La lucha del campesinado) “Sigue siendo casi la misma, sólo que hoy tiene otros nombres. Han disfrazado la explotación del campesino con la llegada del temporero. (...) de igual modo están los temporeros permanentes y no permanentes. La figura del patrón sigue siendo la misma, inclusive creo que hoy hay más explotación. Por el pan, por el sueldo, por dar sustento a sus familias el campesino sigue viviendo abusos, sigue cerrando la boca y aguantando la vulneración de sus derechos.”

Tras la mal llamada reforma agraria, que no fue más que compra y venta de tierras, se ha vuelto a producir la reconcentración de la tierra. A pesar de algunos cambios que se han producido en la agricultura aún sigue pendiente una reforma agraria revolucionaria, una revolución agraria que beneficie a los millones de campesinos, principalmente pobres y campesinos mapuche pobres que aún hoy en día continúan debatiéndose contra la expropiación de sus tierras por parte del capital burocrático-terrateniente, revolución que sólo puede ser desarrollada mediante la guerra popular como guerra agraria.


Pugna entre el camino terrateniente y camino campesino. 

En Chile la gran propiedad se va a constituir en un largo proceso que va a tomar por lo menos varias décadas desde el comienzo de la conquista militar y la usurpación del suelo a la masa indígena durante la invasión española en América Latina.

Después de la conquista y usurpación el desarrollo del país fue muy lento. A partir de fines del siglo XVII la propiedad de la tierra va a ir adquiriendo mayor importancia económica. Hacia el siglo XVIII va a quedar establecido el latifundio (la hacienda) y se refuerza su propiedad mediante la fijación de mayorazgos.

Es en todo este periodo, hasta la segunda mitad del siglo XIX que las relaciones feudales de producción se mantienen intactas desde su establecimiento en los primeros siglos de la colonia. El proceso de independencia, como proceso emancipador de la dominación colonial española no impactó en las relaciones sociales sino que las mantuvo.

En la gran hacienda existirá un tipo de trabajador sometido a condiciones laborales serviles, además junto a la gran hacienda existirá un numerosísimo campesinado pobre, expoliado y esquilmado de mil formas por los hacendados.

Muestra del atraso del latifundio a fines del s. XIX es que dentro de la sociedad, la propiedad de la hacienda era más importante política y electoralmente que los beneficios comerciales que pudiese obtenerse de ella.

El régimen feudal en que vivía sujeto el país, no se había visto alterado por la existencia de un capital mercantil. Pero con el desarrollo de nuevas fuerzas productivas el país se convertirá en un país semi-feudal. Ya no será completamente feudal.

A partir de mediados del siglo XIX con la introducción de nuevas fuerzas productivas en algunas ciudades, puertos y centros mineros, las relaciones de producción feudales predominantes proseguirán y constituirán la base sobre las que se levantan las nuevas de carácter capitalista con las que coexistirán.

Hacia la década de 1870 el régimen feudal va a sufrir una importante crisis de la cual no se recuperará. Los grandes terratenientes han debido hacer evolucionar la semifeudalidad especialmente a partir de la década del 20 donde ya se comienza a hablar el gobierno fascista de Ibáñez de agronegocios.

Desde la década de 1920, con el crecimiento de la agitación campesina, los terratenientes han debido concurrir a la reestructuración del viejo Estado para poder ampliar la base de sustentación social de éste al mismo tiempo que eran desplazados por la gran burguesía del control del Estado.

El Estado, como dictadura conjunta de terratenientes y grandes burgueses ha sido sistemático en mantener extraeconómicamente la situación de los terratenientes. Esta situación se vuelve cada vez más insostenible bajo el empuje del movimiento campesino en la década de 1940, 1950 y 1960 del siglo XX.

El imperialismo yanqui y la gran burguesía en estas décadas presionan a los terratenientes pues las masas campesinas están haciendo peligrar el orden. Bajo el plan yanqui Alianza para el Progreso, se impulsan las primeras leyes agrarias para la compra y venta de tierra. Son los primeros esfuerzos de contener el peligro de una revolución comunista en América Latina, obstaculizando el camino campesino, imponiendo el camino terrateniente y la línea a desenvolver por parte del capitalismo burocrático en el agro.

Desde la década de 1920 ya se anunciaban estos problemas. En aquella década se llamaba a evolucionar la semifeudalidad. Sobre el poder de Estado que concentraban los terratenientes logran beneficios que buscan incrementar con actividades especulativas (bolsa de comercio). Los terratenientes venidos a menos concurrirán a participar del llamado "sistema de partidos políticos", entre ellos el Partido Radical (PR), el Partido Socialista (PS), la Falange Nacional (luego en 1957 Partido Demócrata Cristiano - DC), también en directorios de la gran burguesía, altos cargos en el viejo Estado.

Con el ascenso de la lucha de clases en los 1950, 1960 y 1970, el camino terrateniente se ve más amenazado por el camino campesino. Actuando para salvar al conjunto de las clases reaccionarias se le da un impulso a las leyes de compra y venta de la tierra.


Nacimiento de la mal llamada Reforma Agraria

El viejo Estado debe asumir la defensa del conjunto de los terratenientes y de las relaciones sociales predominantes. A esta tarea concurren la ley 15.020 de 1962 que crea la Corporación de Reforma Agraria (CORA) y el Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (INDAP); la ley 16.640 y 16.625 de 1967, ambas para contener la lucha campesina.

Entre el gobierno de Frei Montalva y Allende la CORA se transforma en un gran terrateniente, desarrollando propiedad asociativa, jugando un papel clave en sofrenar la rebelión del campesinado pobre y su lucha por la tierra. De hecho, los pocos campesinos que tocaron tierras se vieron enfrentados a una serie de problemas que bien relata Silvia Sepúlveda, ex prisionera política y dirigenta campesina de Linares:

(...) “los fundos quedaban desmantelados, sin herramientas, máquinas ni animales. A los campesinos se les entregaba la tierra pelada y ellos tenían que luchar para que se les diera el resto.”

Con estas instituciones se reproducen las formas feudales de explotación y opresión, miles de campesinos continúan bajo servidumbre, sin que las tierras se les hayan dado en propiedad. Se hablaba de una "transición". Para ello se habían creado los Centros de Reforma Agraria (CERAS) y Centro de Producción Social (CEPROS).

Cabe mencionar que los años sesenta y setenta son uno de los periodos más complejos de analizar toda vez que se han cubierto con un grueso manto de mitos sobre la Reforma Agraria.

Los terratenientes mantuvieron sus mejores tierras y se amparaban en la legalidad burguesa-terrateniente, siendo un ejemplo de ello lo relatado por Francisco Muñóz, ex prisionero político y dirigente campesino oriundo de Talca: 

“Para defenderse de las expropiaciones (mejor dicho compra de tierras), algunos de los patrones dividieron sus tierras en varias partes y las repartieron entre sus familiares, con el fin de que sus fundos tuvieran menos de 80 hectáreas; también contrataban menos de 25 trabajadores agrícolas, así no se podía formar sindicatos ni tampoco expropiar sus fundos.”

Una vez consumado el golpe de la Junta Militar Fascista (JMF) se procedió a restituir predios y revocar otros.


Golpe de Estado dirigido por Pinochet y la política en el agro de la JMF

Con el golpe de Estado de 1973 se impuso momentáneamente el camino terrateniente. Sobre la base del genocidio, el movimiento campesino fue aplastado transitoriamente y ha sufrido un proceso lento de despellejamiento.

Gran parte de los predios entregados en propiedad por la JMF a algunos centenares de familias campesinas, a modo de mitigar el descontento de estas masas, ya a fines de 1980 y comienzo de los 90 habían sido reconcentrados. De los noventa hasta ahora el proceso de reconcentración de la tierra ha proseguido llegándose al nivel existente en la década de los 1950.

En el presente, sólo las cifras deI INE de 2019 en la Región del Maule, se calcula en cerca de 126.000 la población vinculada a actividades productivas rurales. De ellas cerca de 80.000 son campesinos pobres sin tierras o semiproletariado.

El camino terrateniente se manifiesta políticamente en el viejo Estado en el clientelismo, al cual se pliegan toda una serie de agentes, funcionarios, intermediarios, que oprimen y expolian al campesinado pobre principalmente y sostienen al viejo Estado. Al igual que en Perú respecto al gamonalismo en Chile "el factor central del fenómeno es la hegemonía de la gran propiedad semifeudal en la política y en el mecanismo del Estado contra el cual se debe atacar de raíz." En este sentido el clientelismo es la expresión de la semifeudalidad en la política, "sobre la cual se sostiene el régimen de servidumbre en el que actúan mandones y lacayos representantes del viejo Estado en los más recónditos pueblos del país aunque cambien de ropaje según el gobierno de turno; factor contra el cual se dirige la punta de lanza de la revolución democrática en cuanto guerra agraria." - PCP

La propuesta de "Chile potencia agroalimentaria y forestal" son los viejos sueños terratenientes y su camino. Para el pueblo nada nuevo tienen que ofrecer.

Se obligará a los pequeños productores a producir solo los alimentos que en cada región tengan "ventaja comparativa" en relación con el mercado mundial. El imperialismo asigna lo que le corresponde producir a cada semicolonia. Hablan de "Inclusión", pero esta participación es subordinada al plan imperialista y a la asignación de nuestro lugar en el mercado mundial, incorporación de pequeños y medianos productores a los "encadenamientos productivos" de las patronales agroindustriales. Se les "ofrecerán" créditos a los productores campesinos "para transformar a todos los productores agrarios en empresarios". “Se busca atar a los campesinos al proceso de la hipoteca y la usura, despojarlos de las tierras y que estas se apropien los banqueros, la gran burguesía y terratenientes, quieren amplio campo para que puedan invertir en el campo y desenvolver la agroindustria." - PCP

Este proceso no hace más que concentrar los derechos de agua de napas subterránea en manos de los terratenientes y la gran burguesía, los pozos de profundidad terminan secando los pozos de pequeños propietarios.

Estos y más ejemplos reafirman la necesidad de una verdadera revolución agraria y vencer las 3 montañas que oprimen nuestro país: El Imperialismo, la semifeudalidad y el capitalismo burocrático.