A continuación publicamos una traducción no oficial del último Editorial de A Nova Democracia.

Pruebas más recientes de que la Revolución Proletaria Mundial es la principal tendencia histórica y política.

La eliminación física de Ismail Haniyeh, jefe del Buró Político del partido Hamas, que ha dirigido la lucha patriótica antiimperialista por la liberación de Palestina, es una señal del fracaso del Estado nazi-sionista de Israel y de su amo, el imperialismo yanqui. La operación, que utilizó un misil guiado, tuvo como objetivo al dirigente palestino durante una visita oficial a Teherán, quién atendió la invitación del gobierno iraní, con motivo de la toma de posesión del nuevo presidente del país.

La operación, que no ha sido reivindicada por nadie, sólo puede tener dos promotores: el gobierno sionista y el gobierno yanqui. Tanto por el nivel técnico involucrado, como por el impacto que esto tiene en la disposición de fuerzas en la región, no es difícil para nadie concluir una operación de este tipo sin la participación de los imperialistas yanquis. Son, más bien, sus principales promotores.

Ismail Haniyeh

Esto deja en evidencia la desesperación de la superpotencia hegemónica única, el imperialismo yanqui, ante el agudo deterioro de su condición. Insistimos en que no hay señales de fortaleza en este episodio. Todo lo contrario, fue una decisión extrema, que tendrá graves consecuencias, debido a las últimas derrotas políticas y militares que han sufrido los sionistas y sus patrocinadores. La última y más importante derrota fue la unificación de la Resistencia Palestina y la neutralización de los capituladores en torno a un programa patriótico, en torno a la bandera revitalizada de una Palestina libre y unificada con Jerusalén como capital; fue la consolidación de una nueva etapa en la lucha antiimperialista palestina. Los yanquis y los sionistas, derrotados y humillados durante casi 10 meses de combates en Gaza, desmoralizados como genocidas que son, no han podido hacer frente a esto y pretenden eliminar al dirigente del proceso para crear disputas, caos y desintegrar al Frente Único patriota palestino.


Milicianos de distintas organizaciones del Frente Único Patriota Palestino


Sin embargo, el precio a pagar es muy alto. El gobierno iraní está forzado a responder y tendrá para ello un salvoconducto político y moral, al desarrollarse esta operación en su territorio, tras un acto solemne y oficial de Estado. Si atacará directamente o no es una incógnita, pero ciertamente dará aun más aliento y salida al sentimiento antiimperialista contenido en las milicias campesinas antiimperialistas en Irak, Líbano, Yemen, Siria y en todo el Levante, que se unen bajo su influencia y liderazgo regional. La guerra antiimperialista, ya convertida en regional, tiende a consolidar esta posición, y el punto más sensible, más allá de Palestina, es el riesgo creciente de la apertura total de un nuevo frente de guerra en el norte de Israel con Hezbollah, en el Líbano. Éste sería un precio muy alto a pagar por actuar contra Ismail Haniyeh, quien amenaza seriamente al régimen de apartheid sionista.

Los yanquis todavía tienen otras preocupaciones. Además de la crisis militar en el Indo-Pacífico, que involucra a EE.UU., China y Rusia, con instalaciones de misiles e incluso amenazas nucleares del imperialismo ruso si EE.UU. posiciona y mantiene allí sus arsenales, los imperialistas yanquis, con la población del país llevada hacia la división y la creciente radicalización política, todavía tienen que lidiar con su “patio trasero”, como les gusta llamar a América Latina, devastada como se puede ver por sucesivas olas de agitación político-social.

Las elecciones venezolanas, por supuesto, disgustaron a los yanquis y legitiman una situación de creciente influencia rusa y especialmente china en esta parte del subcontinente. Aunque el Secretario de Estado yanqui dijo, la noche del 1 de agosto, que Edmundo González ganó las elecciones, es un mero acto, al fin y al cabo, los imperialistas sabían que el resultado sería la victoria de Maduro y, sumidos en crisis de todo tipo, no pueden subvertir el régimen venezolano, ni mediante intervención directa ni mediante presión. El primer caso sería una estupidez en este momento, ya que levantaría una enorme ola antiimperialista en toda la región latinoamericana, que inevitablemente convergería con la latente guerra campesina en curso en su vasta parte sur, favoreciendo enormemente la causa revolucionaria y haría explotar rápidamente el agudo sentimiento antiimperialista global, principalmente antiyanqui, vinculado a la causa palestina y muchas otras. El segundo caso, intentar subvertir el el régimen corporativista de Maduro está lo suficientemente consolidado como para frustrar estas iniciativas, al menos en estas condiciones. Los yanquis se ven obligados a observar la situación, aumentar las sanciones y las provocaciones, por supuesto, pero ya no pueden hacer nada más y, aunque lo hagan, tiende a empeorarla aun más internamente y a escala internacional.


Toda esta situación expone la fragilidad del “gigante con pies de barro” del imperialismo yanqui. Vivimos en tiempos revolucionarios, propicios para el desencadenamiento de nuevas tormentas revolucionarias; en otras palabras, son las pruebas más recientes de que la Revolución Proletaria Mundial es la principal tendencia histórica y política.