¡Proletarios de todos los países, uníos!
SOBRE LA SITUACIÓN POLÍTICA EN CHILE
“Finalmente, la llamada «legitimación» como un objetivo político de la guerra contrasubversiva, en su forma conocida como «guerra de baja intensidad», en tanto busca gobiernos salidos de elecciones como medio de «darles legitimidad» y «autoridad» reconocida por el pueblo; aparte, según dicen, de que «sirva a satisfacer las necesidades del pueblo». Así las elecciones son, pues, un instrumento de la guerra contrarrevolucionaria.” (“¡Elecciones No! ¡Guerra Popular Si!, I Elecciones cruciales para la reacción”. Presidente Gonzalo, PCP, 1990)
“Cada cual conoce ahora que dondequiera que exista una convulsión revolucionaria debe haber alguna necesidad social en el fondo, que las instituciones viciadas impiden sea satisfecha.” (Rev y Con en Alemania, Engels 1851)
Introducción
Siguiendo la hoja de ruta contrainsurgente impuesta por el Departamento de Estado yanqui a Chile allá por los ’80, un nuevo gobierno del oportunismo ha comenzado el 11 de marzo del 2022, un gobierno socialdemócrata en toda la línea (incluida la camarilla revisionista tellier-carmona). Un nuevo gobierno, si, pero un viejo y podrido Estado, un Estado que no es otra cosa que una dictadura conjunta de grandes burgueses y terratenientes al servicio del imperialismo yanqui principalmente. Este gobierno del oportunismo y la nutrida agenda electorera desplegada es una respuesta a la profunda crisis política y económica, a la crisis general más bien, que enfrenta la sociedad chilena, crisis que ayuda a explicar también el reajuste de este Estado que se intenta llevar adelante mediante una Convención Constitucional, esa fábrica de ilusiones que supura cretinismo parlamentario por todos sus poros.
Este nuevo gobierno y la convención se corresponden con la necesidad que tienen las clases reaccionarias lacayas del imperialismo de frenar, contener y desviar el ascenso revolucionario de las masas, sirviendo con esto a la estrategia de guerra de baja intensidad que los imperialistas aplican a la semicolonia chilena. Esta necesidad se traduce a su vez en tareas contrarrevolucionarias que vienen desarrollando en medio de contradicciones, pugnando o coludiéndose por demostrar quién puede servir mejor dichas tareas.
Contexto
Siguiendo la ola de protestas violentas y rebeliones que se desarrollaban a nivel mundial el 18 de octubre de 2019 explotó en el país una rebelión popular que se prolongó por varias semanas. El levantamiento de proporciones históricas sacudió telúricamente al país hasta sus cimientos. Su naturaleza principalmente espontánea no fue óbice para que se desarrollaran las fuerzas organizadas del pueblo, siendo la rebelión un importante impulso para estas.
Las profundas grietas abiertas por “el estallido social” mostraron la profunda crisis general en que se debate la sociedad chilena. Una costra de crecimiento económico ha sido resquebrajada por los golpes de la ira popular. Por otro lado, la revuelta mostró la fecundidad de la violencia de masas, de la violencia revolucionaria de masas, develando contundentemente la plena vigencia de la necesidad de la revolución, de una revolución de nueva democracia. El camino del pueblo es la revolución.
La rebelión aceleró el tiempo histórico (el viejo topo osó otra vez) y la aguda lucha de clases zamarreó a las clases reaccionarias y sus representantes de la profunda pereza en que se habían achanchado con el binominal y el nuevo trinominal; repentinamente, cuando al parecer ya nada había “prendido”, los partidos del orden, el oportunismo, el parlamento, los tribunales de justicia, las fuerzas armadas, etc., concurrieron en pleno a rescatar su carcomido y podrido Estado terrateniente-burocrático. Las tareas contrarrevolucionarias se pusieron a la orden del día y los militares corrieron a la primera línea desempolvando sus manuales de guerra contrasubversiva.
Desde fines de los 90 la economía del país manifiesta claros signos de hundimiento. Ligeras y transitorias recuperaciones no han revertido la tendencia. La concentración de capitales y de la propiedad en pocas manos como parte del proceso de acumulación de capital de grandes burgueses alcanza niveles que no se habían visto en la historia del país, acumulación que se lleva a cabo a costa de una mayor explotación y opresión de la clase obrera y de las masas trabajadoras de campo y ciudad, extremando aún más la desigualdad.
La sociedad chilena semicolonial y semifeudal, en la que se desarrolla un tipo particular de capitalismo burocrático se encuentra en una crisis profunda que se expresa de forma concentrada en la situación política de nuestro país, esto es una galopante deslegitimación del Estado terrateniente burocrático chileno y sus principales instituciones. Corrupción, colusión de precios, monopolismo, parasitismo, descomposición y un tipo de capitalismo agonizante, forma parte de la acumulación de capital que en el reverso implica la caída constante de la participación del salario en el PIB, mayor concentración de tierras en pocas manos en perjuicio de las masas trabajadoras del campo, el mayor déficit habitacional en 25 años, una inflación galopante que roba el pan de la mesa a los hijos del pueblo. Acumulación de capitales que expolia a amplios sectores de la pequeña burguesía y constriñe a la burguesía media, impidiendo en conjunto el desarrollo de una verdadera economía nacional.
Solo para ahondar. Publicaba un defensor del capitalismo burocrático una columna en febrero de este año: “Las políticas keynesianas de los últimos años (es decir, políticas fiscales y monetarias expansivas para financiar el gasto público deficitario y el aumento de la deuda) han llevado el déficit fiscal estructural al 11,5 %, la deuda pública al 34,9% del PIB y una inflación del 7%, además de un aumento de la pobreza y la indigencia. Los efectos de los bonos del gobierno se ven superados rápidamente por los costos de vida más altos, lo que se refleja en el crecimiento de los campamentos en Chile del 74 % desde 2019 (la cifra más alta desde 1996). En este contexto, el nuevo ministro de Hacienda hereda un escenario complejo.” Si a esto le agregamos que la concentración de la propiedad de la tierra en Chile es la tercera más alta en Latinoamérica, continente que a nivel mundial muestra los índices más altos de concentración,
Todo este conjunto de elementos antes descrito, además de otros, conforman un acumulado histórico de alta explosividad en las masas que desembocó en octubre del 2019 en una rebelión popular como pocas veces se habían constatado en la historia del país. Confirmando que países como el nuestro viven una situación revolucionaria en desarrollo desigual. Los de arriba no pueden gobernar como lo han hecho hasta ahora y los de abajo no toleran seguir siendo gobernados como se ha echo hasta ahora. Es así como estamos en presencia de las mejores condiciones para el desarrollo de la situación revolucionaria y que probablemente desemboque en una nueva revuelta popular. Donde hay opresión hay rebelión sostiene el Presidente Mao.
Ante esta demostración de un excelente estado de salud revolucionaria de las masas populares, las clases reaccionarias junto a sus acólitos y lacayos de siempre, corrieron en tropel para firmar un “Acuerdo por la paz y la democracia” el 15 de noviembre de 2019.
Un nuevo pacto social y de gobernabilidad: el camino burocrático
En respuesta a la aguda situación descrita más arriba el nuevo presidente de Chile Gabriel Boric como todo demagogo hizo grandes promesas y ofrecimientos en su campaña electoral. Muchas de estas promesas ya han sido encarpetadas y archivadas para una próxima campaña. Hoy las razones de Estado, del viejo Estado terrateniente-burocrático, demandan moderación, respetar “las reglas del juego democrático” y aislar a los exaltados de siempre y continuar encarcelándolos. Hablan de restablecer el estado de derecho es decir defender con dientes y uñas la dictadura conjunta de grandes terratenientes y grandes burgueses.
Por otro lado, la promesa de ponerle fin al “neoliberalismo”, los anuncios de reformas y cambios profundos además de una nueva constitución son los remedos de medidas que el gobierno de Boric y la Convención intentan ofrecerle al pueblo para calmar su ira. ¿Qué piden a cambio?, olvidar la lucha de clases, piden conciliación y capitulación, paz social (la paz de las cárceles y cementerios) y el fin de la violencia revolucionaria. Prometen además que las “transformaciones” se podrán realizar de forma gradual por una vía institucional recuperando por este camino su anhelada “cohesión social” y la gobernabilidad del país (es decir un pueblo sometido). Sostiene Boric en una entrevista dada a comienzos de marzo de este año que “el contrato social ha sido roto. Y desde mi punto de vista por la élites. Y, por lo tanto, para poder recuperar el orden, se requieren nuevas formas y no repetir lo mismo del pasado.” Luego añadió: “la promesa de igualdad y de inclusión no ha sido cumplida, y por lo tanto, ese pacto social está roto y necesitamos construir uno nuevo.” La vieja promesa de la CEPAL de crecimiento con equidad o igualdade propagandizada por los anteriores gobiernos concertacionistas, se constata como un nuevo fracaso para el país. Boric en su afán por aplastar la rebelión del pueblo proclama la falaz idea de una “sociedad colaborativa”, para lo cual se requerirán “reformas estructurales”. Es decir, reimpulsar el capitalismo burocrático y reestructurar el viejo Estado.
No cabe duda que los ideólogos de alguna de las fracciones y grupos de la gran burguesía (representados hoy por el gobierno de Boric), o incluso ideólogos pequeño burgueses se debatirán en sendos tratados teóricos para cuadrar este régimen con una suerte de primer paso en una larguísima y eterna senda de pseudos cambios revolucionarios. Escribirán cientos de mamotretos para enmascarar o bien justificar su verdadera naturaleza de clases, y la propia naturaleza de clases del Estado chileno. Sus inútiles esfuerzos pretenden negar la lucha de clases y reemplazarla por “la conciliación de clases”: ricos y pobres pueden coexistir en armonía, pero para que esto funcione hay que modificar ciertas reglas del juego político, modificar las cosas para que todo quede igual y así sueñan con establecer un “nuevo pacto social” y alcanzar la llamada “cohesión social”. Todo esto es necesario para ellos en el presente para relegitimar el viejo y podrido régimen de dominación. No pueden ocultar su temor cerval a las masas.
Con la segunda vuelta en las elecciones presidenciales presentaron una farsa de polarización: Kast es el candidato del fascismo y Boric representaría un amplio espectro político antifascista. Por otro lado afirmaban que Kast no brindaría gobernabilidad, que solo Boric podría desde el gobierno encausar institucionalmente la explosividad de las masas populares a fin de evitar una nueva rebelión y desborde como se vivió en octubre del 2019.
Las elecciones son un instrumento para engañar al pueblo, para que este decida quien lo va a expoliar y oprimir cada cuatro años en una pútrida alternancia de gobiernos. Las elecciones son un instrumento de dominación que el imperialismo y toda la reacción utilizan para “normalizar” o legalizar los regímenes militares o los gobiernos surgidos de golpes de Estado, pero jamás han sido y nunca serán un instrumento para liberar al pueblo, menos para desarrollar la revolución. Las elecciones son un instrumento contrarrevolucionario más utilizado por la dictadura conjunta de grandes burgueses y terratenientes al servicio del imperialismo, yanqui principalmente y de toda la reacción.
Recapitulando, las distintas facciones de la gran burguesía y sus representantes, hablan de gobernanza y de gobernabilidad, de como se puede garantizar la paz social y generar cohesión en la vieja sociedad en la perspectiva de levantar un “nuevo contrato social” sin alterar las viejas relaciones sociales de explotación. Todo esto es el camino burocrático, cuyos protagonistas se coluden y pugnan para poder servir mejor las tareas contrarrevolucionarias, cuyo centro es cómo defender y mantener el viejo y podrido Estado, sobre todo esto expondremos más adelante en este mismo documento.
La naturaleza de clases del Estado chileno, las FFAA y el oportunismo
Es cierto, se espera mucho del sufragio universal, pero este no puede ofrecer más que un índice para medir hasta cierto punto el descontento de las masas respecto a demandas del pueblo con las cuales los electoreros trafican, pero las elecciones jamás podrán cambiar la naturaleza de clases del Estado chileno, en tanto dictadura conjunta de terratenientes y grandes burgueses. Lenin sentenciaba que “salvo el poder todo es ilusión”.
En días como hoy en que se apela al “bien común”, a la “felicidad” y a que “será hermoso”, es más importante y fundamental que nunca acudir a los clásicos para aclarar cuestiones fundamentales como lo son las relacionadas con la doctrina acerca del Estado. Precisamente hoy, cuando no son pocos los analistas políticos que reconocen que la de Boric y Apruebo Dignidad es la mayor victoria electoral y política de la “izquierda” en la historia del país (inclusive superior a la de Allende), a la que habría que agregar el Plebiscito y la Convención Constitucional.
Marx concluyó que: “Los orígenes de los Estados se pierden en un mito, en el que hay que creer, pero que no se puede discutir.” (Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Carlos Marx).
Luego Lenin advirtió que“el problema del Estado es uno de los más complicados y difíciles, tal vez aquel en el que más confusión sembraron los eruditos, escritores y filósofos burgueses”. (Sobre el Estado, Lenin, 1919).
El Estado es la violencia organizada, la violencia organizada de una clase sobre otra, decían los clásicos del marxismo y esto no ha cambiado ni un milímetro.
Sin embargo, desde hace mucho en nuestro país, unos y otros, en el gobierno o la oposición (principalmente los electoreros), pretenden hacer creer al pueblo que el Estado es una arena o un campo de juego donde se disputa el poder político entre todos los contendientes a través de las elecciones (no obstante todos sabemos que si las cosas se ponen ingobernables estas se resuelven de forma expedita mediante golpes militares). El éxito como el fracaso en esta contienda se mide por los votos, con la mayoría electoral y ganando el ejecutivo el oportunismo ha prometido que estará dando el primer paso para ejecutar “cambios estructurales”, y poner fin con ello, a lo que denominan “neoliberalismo” (que de nuevo no tiene nada). Y así mediante el aumento constante del electorado hasta alcanzar una y otra vez mayorías electorales, entonces, mediante esta acumulación parsimoniosa de fuerzas y con un “presidencialismo atenuado” como le llama el revisionismo, se llegará a una nueva sociedad. Indudablemente, la propuesta de “presidencialismo atenuado” de los revisionistas en la Convención es un eufemismo, pues, para hacer frente a la aguda lucha de clases actual necesitarán de una creciente centralización del poder político y tampoco cabe dudas de que el gran sostén para este gobierno oportunista tendrá que ser necesariamente las Fuerzas Armadas y de Orden, columna vertebral del viejo Estado.
El oportunismo (Frente Amplio, PS, y otros), el revisionismo, es decir Boric, Tellier y cía. (forma específica de oportunismo que trafica con el marxismo-leninismo), con matices, ellos pretenden hacernos creer que es posible conciliar intereses mediante una nueva correlación de fuerzas electorales. E incluso pueden ir más lejos y reconocer, cuando les conviene pues la ambigüedad es su medio, que la sociedad está dividida en clases, y que el Estado es un campo de lucha susceptible de ser conquistado para beneficio del pueblo. Esta es la ilusión que intentan esparcir. Para reafirmarse en esta idea enarbolan la Convención Constitucional y la lucha en los dos primeros años del gobierno de Boric se centrará en la aprobación del nuevo texto constitucional en el llamado plebiscito de salida, esto por una parte. Pero por otra, lo principal será contener el descontento popular y la legítima violencia armada de las masas mapuche creando un colchón para amortiguar la lucha de clases y darle sobrevida al viejo Estado. Dos años que quieren ganar llamando a cuidar las “victorias” alcanzadas.
Es por eso ello que hay que ser muy enfático al señalar que el Estado chileno, al igual que cualquier Estado, es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. Es la violencia organizada que ejercen unas clases sobre otras. No es posible en las actuales condiciones la conciliación de las clases. El Estado chileno, representa los intereses de la gran burguesía y los grandes terratenientes al servicio del imperialismo yanqui principalmente.
Es por ello también que hay que denunciar persistentemente que la ilusión con la que trafican el oportunismo y del revisionismo es que tras sucesivos gobiernos “progresistas” se cambiará la naturaleza de clases del viejo Estado. Incluso el revisionismo embauca a sus bases con una “política militar”, con sus “adquisiciones” del pasado y que en un futuro incierto tras una prolongada acumulación de fuerzas parsimoniosa (es decir, hundidos en el fango del cretinismo parlamentario) llegará repentinamente la insurrección y triunfarán. Esta es la estrategia socialcorporativista que probablemente no podrá ni siquiera desarrollar capital monopolista estatal, como anhelan los revisionistas. Será a su vez, la justificación para exigir que el movimiento popular no le haga “olitas” a los gobiernos del oportunismo y de ser necesario (como seguramente lo será) reprimir los “excesos” del pueblo, e intentar aplastar el desarrollo de la protesta violenta de las masas.
En este sentido, algo que no cambia un milímetro es la tutela que ejerce en último término las FFAA sobre el resto de la burocracia del Estado terrateniente-burocrático. Siendo la columna vertebral del viejo y podrido Estado, las FFAA ejercen hoy en las sombras un fuerte control, constituyéndose en perspectiva el verdadero gobierno de salvación de las clases reaccionarias cuando estas vean amenazados sus intereses por parte de la combativa lucha del pueblo. Desde este punto de vista, las FFAA son el pilar sobre el cual descansan los intereses de los grandes burgueses y terratenientes, intereses al servicio del imperialismo, yanqui principalmente. Esta labor de pilar de la dictadura conjunta de las clases dominantes, no es opuesta a su conducta corporativa o más bien de grupo cerrado y autorreferente, cuestión útil al fin y al cabo para cumplir con su papel de mastines del gran capital y del latifundio, como es posible comprobar al consultar las páginas sangrientas de su oprobiosa historia.
Las fuerzas armadas tarde o temprano fraguarán un golpe de Estado, ya sea bajo una mascarada civil o una militar, tanto en el sentido de sus intereses corporativo así como en el terreno de la defensa de los intereses del imperialismo y sus lacayos. En el sentido corporativo porque no quieren ver afectados sus intereses gremiales (si es que se puede decir de este modo),. Les preocupa que futuros gobiernos de “izquierda”, afecten su estabilidad financiera, o su estatus, o que sean creadas otros tipos de guardias que les puedan hacer contrapeso. Sobre esto último algunos adalides del orden en el contexto del debate constitucional sobre Defensa están pronunciándose.
En cuanto a la defensa de los intereses del imperialismo yanqui principalmente y sus lacayos, las fuerzas armadas chilenas han demostrado con creces su defensa cerrada a estos intereses. Sus mandos militares han sido formados en las escuelas militares yanquis. Incluso hombres como Luksic (“hombre poderoso”, miembro destacado de la gran burguesía) ha financiado estudios de postgrado de oficiales chilenos en EEUU, es más, él mismo ha participado de instrucción militar dictada por el ejército convirtiéndose en oficial de reserva del mismo.
Reiteramos a riesgo de ser majaderos: el Estado chileno no es un órgano para la conciliación de clases, es una dictadura conjunta de grandes burgueses y grandes terratenientes al servicio del imperialismo y contra las clases revolucionarias, contra el pueblo y sus legítimas organizaciones y luchas. El pueblo solo podrá conquistar plenamente el poder político demoliendo este viejo Estado y su columna vertebral mediante la guerra popular.
Fascismo y corporativismo
No hay duda que hoy Boric es útil para contener la revolución. Ha surgido gracias a la demoliberalidad y ha que también ha sabido cabalgar sobre las luchas estudiantiles y populares, además de estar en los momentos justos que se requería su presencia como en la firma del Acuerdo por la Paz el 2019. Pero los problemas fundamentales que enfrenta deberá resolverlos a la cabeza de la contrarrevolución ya sea con una mayor reaccionarización de la democracia burguesa o bien con formas fascistas, lo cierto es que presenta y presentaba posiciones fascistas: como “Autónomo” iba contra los partidos políticos, el parlamento y el orden demoliberal, luego los utiliza para trepar, y hoy con falsa humildad se presenta como el “conductor” del “proceso”. Es importante aclarar que el fascismo es la negación de las libertades burguesas, no es solamente el terror de la gran burguesía y latifundistas, o las posturas estereotipadas de camisas pardas antes del fin de la II Guerra Mundial imperialista. Por supuesto tampoco la caricatura de Kast, con todo lo reaccionario que es.
Es bueno insistir en que las formas demoburguesas y los idearios demoliberales llegado determinado momento de agudización de la lucha de clases son insuficientes para contener la revolución, por eso la necesidad del fascismo. Es por ello que otro aspecto clave es el de la corporativización. Los llamados “movimiento sociales” (en sus diferentes expresiones) que integran o están a la cola del actual gobierno y la Convención, necesitan ser corporativizados para así ganar tiempo y lograr aprobar el plebiscito de salida, con esto buscan aherrojar a las masas bajo un mando vertical, todo esto lo disfrazan de “participación plena” o “democracia directa”, obsurdos imposibles, pues una verdadera democracia popular no surgirá mientras no sea demolido el viejo Estado. Pero corren contra el reloj. A pesar de la propaganda del nuevo gobierno y sus seguidores la lucha de masas, la protesta popular continuará desarrollándose pues las condiciones de vida de las masas se agravan como consecuencia del propio sistema que vive en una crisis general y que ya comienza a mostrar claros síntomas de hundimiento. Indudablemente, nada caerá sin que se le golpeé.
La reestructuración del viejo Estado parte de la cual se lleva a cabo en la Convención Constitucional pretende conformarse en el único canal legítimo del “estallido”, esto es corporativización, aunque está lejos de ser concluida. Cabalgan sobre las masas, tal como lo viene haciendo el gobierno de Boric, solo que esta vez el movimiento estudiantil ha retomado el camino de la lucha muy a pesar de las declaraciones de un puñado de corporativizados dirigencillos en La Moneda.
Junto con la Convención a este gobierno se le presentará la disyuntiva histórica de montar una estructura corporativa (cuestión no concluida por Ibáñez en los 20, por Grove y Dávila en los 30 y por Allende y Pinochet en los 70 y 80 del siglo XX) con el falso pretexto de combatir a los grupos económicos (“derecha económica”), a los más ricos y privilegiados. Es un reordenamiento social corporativo bajo una política fascista, pero conservando aún apariencias demoliberales.
Concluimos esta parte con una contundente cita del Presidente Gonzalo: “Cuestionamiento del parlamento es una posición básica del fascismo que apunta contra estructura estatal demoburguesa tradicional, sustentada en la negación de los principios, libertades y derechos establecidos en el siglo XVIII, que postula la organización corporativa y potencia al máximo la violencia reaccionaria, todo en función de la más desenfrenada dictadura de clase de la burguesía…” “Históricamente, el fascismo se ha desarrollado más en momentos críticos para el viejo Estado, principalmente cuando la revolución amenaza derrumbar el caduco orden dominante pero el fascismo posterior a la II Guerra Mundial no puede, hasta hoy, desenvolverse abiertamente como tal, ni menos cuajar la corporativización, pese a sus múltiples intentos y ‘teorizaciones’: ‘corporativismo democrático’, ‘democracia de participación plena’, ‘democracia social’, etc.” (1991)
Las tres tareas contrarrevolucionarias
Tres son las tareas contrarrevolucionarias más importantes que los distintos sectores de la reacción, en medio de colusión y pugna, han venido aplicando hace años: Reimpulsar el capitalismo burocrático, reestructurar el Estado y conjurar la revolución. Estas tareas se aplican al servicio del imperialismo yanqui principalmente. Son tres tareas insoslayablemente unidas.
1. Reimpulsar el capitalismo burocrático
El 2021, el Banco Mundial publicó un informe sobre Chile (“Piezas para el desarrollo. Notas de política para Chile”), en el se sienta lo siguiente: “El bajo crecimiento de la productividad, alimentado por una falta de avances continuos en reformas estructurales y el fin del boom de los commodities, llevó a una desaceleración del crecimiento que promedió solo 2% en los seis años anteriores a la pandemia del COVID-19.” Luego agrega: “El progreso en equidad también quedó estancado, afectando no solo el crecimiento de la productividad sino también la cohesión social.” “Esto dejó a una gran parte de la sociedad desconectada del desarrollo y explican algunas demandas del estallido social de 2019.”
Este órgano mandatado por el imperialismo yanqui evidencia las necesidades que tiene EEUU para que sus semicolonias aporten con más capitales para sortear la crisis en que se encuentra. Las “reformas estructurales” apuntan en el mismo sentido de este gobierno, que cuenta con más legitimidad que el de Piñera. El problema de la productividad tiene que ver con como explotar más al proletariado y al pueblo. Todo esto demanda para el Banco Mundial mantener los equilibrios macroeconómicos, estimular el crecimiento y la productividad.
Por otro lado, la autonomía del banco central se buscará dejar inalterada. FA, PS, INN se alinearon para eso. El banco central desde 1925 ha sido una herramienta que de forma creciente ha servido para profundizar nuestra condición semicolonial.
Boric, Tellier, Vallejo y cía., PS y FA, oportunistas y revisionistas se federan para restituir un grupo de la fracción burocrática de la gran burguesía. Ellos mismos, arribistas, caminan a convertirse en fracción burocrática de la gran burguesía, lo que algunos historiadores pequeñoburgueses llaman “empresariado de Estado”. Defienden los intereses del capital monopolista estatal (no es capitalismo de Estado). Estos mismos intereses se expresan en sectores de la Convención que postulan la nacionalización de la minería u otros recursos. Esto no eliminará el capitalismo burocrático, si no más bien intentará reimpulsarlo y sacarlo de la profunda crisis general en que se encuentra como lo constata el propio Banco Mundial. Esta burguesía burocrática busca recuperar el terreno económico ante el cual retrocedió en 1973. Engels ya se refirió en el siglo XIX que la nacionalización de empresas de capitales particulares no es socialismo. Capital monopolista sea estatal o particular no pierde su naturaleza de clase, y es una relación social de explotación sobre las clases revolucionarias, sobre el pueblo.
Sobre esto mismo el Presidente Gonzalo señalaba “…no basta que un régimen ataque a la oligarquía o plantee reivindicar las riquezas naturales o hable de entregar la tierra a quien la trabaja para que se le tenga por revolucionario; puede tratarse, como cuando Leguía hoy día, de una renovación de burguesía intermediaria y desarrollo del capitalismo burocrático.” (PG, La problemática nacional, 1974)
2. Reestructuración del Estado
Se reestructura el Estado chileno para amortiguar los choques entre las clases. El problema central para las clases reaccionarias decíamos más arriba es cómo defender y mantener el viejo Estado. El Estado chileno, este poder situado aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto y a mantenerlo dentro de los límites del ‘orden’, necesita urgentemente ser reajustado, una reestructuración, a fin de que las clases en pugna en la vieja sociedad no se devoren a sí mismas.
Ahí donde el Estado estructurado de acuerdo a la situación particular de la lucha de clases en un momento dado se debilita o algunas de sus funciones se descompone, surge el riesgo de que los antagonismos desborden los causes construidos políticamente para contenerlos. Ese es el momento que se impone la reestructuración del Estado.
El gobierno de Boric ha venido haciendo anuncios de toda especie, pero todos tienen como tarea principal pacificar el país. Buscarán aplicar un conjunto de medidas para sofocar la lucha de clases, corromper a los sectores más combativos de las masas con falsas promesas de cambio o someterlos con cárcel, represión y muerte. La futura ministra del interior ha venido haciendo un persistente llamado a pacificar el centro de la capital. Busca crear opinión pública para golpear más fuerte la protesta popular y deslegitimarla, sirviendo los planes contrarrevolucionarios. El gerente de este podrido y viejo Estado, Gabriel Boric Font, impostando su nuevo tono de voz despota, advierte que se tiene que respetar el estado de derecho en la IX y VIII región. El gabinete escogido está a la medida del imperialismo yanqui. El ministro de hacienda es un archiprobado vasallo norteamericano.
Afirman que la Convención Constitucional es la continuación del “estallido social”. No pocos convencionales a cada momento en los medios de comunicación enrostran su participación en el “estallido”, y que la lucha y disputas políticas en la Convención es la heredera de la lucha callejera violenta de las masas el 2019.
Existen claras tareas contrarrevolucionarias que debe cumplir Boric como buen siervo del imperialismo y de las distintas fracciones de la gran burguesía. En secreto, como expresión de su estilo sibilino ha llegado a acuerdos con el imperialismo yanqui, tomando partido por ellos en la guerra de agresión del imperialismo ruso sobre el pueblo ucraniano.
Los revisionistas de la camarilla Tellier/Carmona/Vallejo han participado antes en los gerenciamientos concertacionistas, tienen larga experiencia de traficar con los intereses del pueblo. En la tarea contrarrevolucionaria de reajustar el Estado, como empedernidos oportunistas, buscan no solo “rodear” la Convención con las movilizaciones, si no más bien corporativizar el movimiento de masas.
La pretendida profundización de la democracia, la participación del “movimiento social” en el nuevo gerenciamiento forma parte de los reajustes para corporativizar a las masas. Es una tarea contrarrevolucionaria esta reestructuración del Estado, pues necesitan contener, desviar o “institucionalizar” la lucha de clases, la corporativización es una viejo sueño de un sector de la gran burguesía y sus representantes, es una forma de golpear la creciente protesta popular en campo y ciudad, en especial la lucha armada del campesinado pobre mapuche. Pero esta falsa democratización no tiene nada que ver con la verdadera solución a los problemas fundamentales de nuestro país, como lo es el problema de la tierra, la semifeudalidad, el dominio imperialista y el capitalismo burocrático, problemas que solo serán resueltos con una revolución de nueva democracia mediante la guerra popular.
3. Conjurar la revolución
Boric sostuvo respecto a la lucha mapuche que “es un tema en el cual tenemos que hacernos cargo, de un conflicto entre el Estado chileno y el pueblo nación mapuche” añadió además “nosotros hemos decidido un camino, que es el camino del diálogo, y ese diálogo le va a molestar a quienes creen que a partir de la violencia o del enfrentamiento se pueden conseguir cosas”. Dijo que “es un conflicto histórico y político” no solo de orden público. Recientemente el subsecretario del interior Manuel Monsalve (Partido “Socialista”) se refirió a la lucha mapuche e indicó que el mandato de Boric es “recuperar el diálogo, recuperar la presencia la presencia del Estado, y asumir que aquí tenemos un conflicto político de alta complejidad” agregando que “creemos que es muy coherente lo que está ocurriendo en la Convención Constitucional, donde se está escribiendo que nuestro país sea plurinacional, se están escribiendo derechos políticos de los pueblos originarios”. En otra intervención sostuvo que “no queremos imponer, pero creo que también hemos sido claros”… “vamos a utilizar la herramienta del diálogo, no somos partidarios, ni compartimos las imposiciones, no compartimos las amenazas y no compartimos la violencia”. Días después, luego de analizar hechos de violencia rural y declaraciones de organizaciones de resistencia mapuche juntó a un “Comité Policial” (reunión con el General Director de Carabineros, con el Director Nacional de Orden y Seguridad, con el Director de Inteligencia, y de la PDI el Subdirector de Inteligencia, Crimen Organizado y Seguridad Migratoria y el subdirectos de Investigación Policial y Criminalísticas) Monsalve remató diciendo: “vamos a conversar y a dialogar con todos aquellos que estén disponibles a alcanzar la paz y la tranquilidad que merece todo el territorio nacional”, “bajo amenaza y bajo hechos de violencia no hay posibilidades ni de diálogo ni de acuerdo con el Gobierno” “quienes toman los caminos de violencia, decirles que hay otro camino, que a nosotros nos parece que el camino del diálogo es el camino que permite enfrentar el problema estructural que hay en la Región de La Araucanía y en el sur de Chile” además de anunciar que combatirán la pobreza y la desigualdad territorial, es decir, una estrategia contrainsurgente para tratar de ganar almas y corazones cabalgando sobre las necesidades de las masas del campesinado pobre mapuche, para seguir de forma escalonada las medidas represivas y aunque anuncia no prorrogar el Estado de Excepción la militarización de la zona es una cuestión que se denuncia hace años.
“La guerra de baja intensidad plantea: ligar lo militar a lo político; ligar acción militar a reformas sociales y económicas; desenvolver la acción militar complementada por inteligencia, operaciones psicológicas, acción cívica y control de la población y de los recursos; y legitimación, lo cual demanda respeto a los derechos humanos.” Siendo el respeto a los DDHH una mera declaración de buenas intenciones.
Las medidas que se han venido adoptando contra la justa y correcta lucha armada del pueblo mapuche, son las que adoptarán tan pronto la lucha se desarrolle en el resto del país, tanto en campo como en ciudad.
Cuando se plantea conjurar la revolución, es conjurar los riesgos de la revolución, es conjurar que esta se eleve a una forma más alta de lucha, es decir que se desenvuelva mediante la guerra popular, es la continuación de la lucha de clases pero por medios bélicos. Sin embargo no puede haber guerra popular ni victoria de esta, sin auténtico Partido Comunista, sin Ejército guerrillero popular, sin frente revolucionario, tres instrumentos fundamentales para llevar la victoria hasta el fin. Hoy los comunistas de Chile, los marxistas-leninistas-maoístas necesitan reconstituir el Partido que fundara Recabarren hace 100 años. Solo con un estado mayor reconstituido el proletariado y el pueblo podrán triunfar. Es por ello que conjurar la revolución además de “pacificar” el país, exige a las clases reaccionarias conjurar la reconstitución del Partido Comunista, como partido marxista-leninista-maoísta militarizado. En perspectiva las tareas contrarrevolucionaria apuntan a que no se integre la revolución chilena con la ideología científica del proletariado, el marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente maoísmo y los aportes de validez universal del Presidente Gonzalo. Pero es inevitable que el movimiento de las masas hondas y profundas, que la protesta popular violenta se desarrolle en la dirección de fundirse con el movimiento comunista que impulsa la reconstitución. Tácticamente es un problema de tiempo más tiempo menos, pero estratégicamente constituye una necesidad histórica y política.
Por ello el viejo Estado, a través de su nuevo gobierno, se apoya y se apoyará aún más en la “guerra de baja intensidad”, en conquistar almas y corazones, en declarar el supuesto fracaso del socialismo y la caducidad del marxismo, o traficar con un pseudomarxismo para continuar la explotación y opresión del pueblo, es decir, podrido revisionismo como el de la camarilla tellier-carmona.
Tratan de hacer pasar como “revolución” un nuevo gobierno y la Convención Constitucional (puras ilusiones), para de esta forma conjurar la inevitable verdadera revolución democrático-nacional que el pueblo necesita y demanda. Es por ello que la reestructuración del viejo Estado, sin poder eliminar o barrer con una nueva constitución o un nuevo gobierno el carácter de dictadura conjunta de grandes terratenientes y grandes burgueses, al servicio del imperialismo, tendrá que desenvolverse tarde o temprano bajo una democracia burguesa más reaccionarizada o bien bajo un régimen fascista que lleve adelante la corporativización del movimiento popular. Boric se debate entre estas dos salidas reaccionarias y desde ya su gobierno evidencia posiciones fascistas y corporativistas que van tomando cuerpo en el texto de la nueva constitución.
El camino del pueblo: revolución democrática
No han logrado pacificar a las masas con falsas promesas de reformas cuyos costos sabemos finalmente recaerán brutalmente sobre la clase y el pueblo. En todo el país la protesta popular evidencia hace más de una década un ascenso sostenido de sus expresiones más violentas. Dentro de esta tendencia histórica y política se presentan flujos y reflujos, siendo un punto alto en la marea la rebelión de octubre del 2019. Este levantamiento revolucionario de masas tuvo en las banderas mapuche un símbolo de la rebelión. Esta identidad tiene que ver con la violencia revolucionaria que vienen desplegando las masas de campesinos pobres mapuche, una rebelión armada que se desarrolla principalmente contra la gran propiedad terrateniente (entre ellas los latifundios forestales).
El motín es embrión de la conciencia política, la explosión del 18 de octubre, su carácter fundamentalmente violento, encierra cuestiones claves acerca de la violencia revolucionaria de masas. La continuación de la rebelión de octubre, en perspectiva estratégica y militar, es la insurrección armada en las principales ciudades como parte integral de la guerra popular, en donde campo es principal y ciudad complemento. La lucha armada del campesinado pobre mapuche (principalmente de este) antecedió al levantamiento de 2019, y fue precisamente un símbolo de la rebelión. La rebelión de octubre forma parte en síntesis de la lucha de clases por la conquista del poder por la clase y el pueblo. Sin estado mayor revolucionario, sin un Partido Comunista militarizado esto no se logrará jamás.
Ya lo decía Recabarren, nada podemos esperar del parlamento, nada podemos esperar de las elecciones, nada podemos esperar de los tribunales de justicia y mucho menos de los gobiernos (civiles o militares) generados bajo la vieja sociedad. El proletariado y el pueblo nada pueden esperar de sus opresores solo cadenas. Hoy, las elecciones, las instituciones demorepresentativas sirven para hermosear al viejo y podrido Estado terrateniente-burocrático. En cambio, el proletariado se tiene así mismo para emanciparse, y al lograrlo emancipará al conjunto de la humanidad. Pero necesita de su Estado Mayor, su Partido, Partido Comunista militarizado, partido sustentado en el marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente maoísmo.
Las expectativas y la avalancha de ilusiones que provocan la demagogia electorera tarde o temprano terminarán aplastando al propio oportunismo dejando firmemente en pie la esperanza del pueblo en un mañana sin ricos ni pobres, sin explotados ni explotadores, grandes avances que solo podrán darse de la mano de la guerra popular, único camino posible para llevar la victoria de la revolución de nueva democracia hasta el fin, avanzar de forma ininterrumpida al socialismo y mediante revoluciones culturales al dorado comunismo.
Existe en el país una realidad poderosa, esa realidad es la masa, con una grandiosa historia, ignorada, pero cada vez que se pone en pie la tierra tiembla, la reacción cacarea aterrada, solo con sangre han aplacado su furia, y los lacayos oportunistas buscan desviar y entorpecer la marcha de las masas. Masas campesinas, masas obreras. De forma creciente más sectores de masas van comprendiendo la necesidad de la violencia, de su organización y elevación hacia más altas formas de desplegarla. Esto va en perfecta armonía con que la revolución es tendencia histórica y política en el país y en el mundo. Son tiempos de guerra.
Decíamos que ha sido un tema clave para la corporativización la “participación” y los “movimientos sociales” en la situación política actual. Pero la protesta popular no se detendrá, a pesar de que el Gobierno oportunista bregará por desviar, apaciguar y contenerla. Nuestra tarea es unirnos a lo hondo y profundo de las masas básicas, a las masas pobres para movilizarlas y desarrollar la protesta popular.
El camino del pueblo es luchar contra esta corporativización defender sus conquistas y alcanzar otras. Avanzando hacia el inicio de la guerra popular, única forma de destruir sus principales enemigos y alcanzar la victoria de la revolución democrática.
Una auténtica revolución demanda la demolición del viejo Estado, la confiscación de la gran propiedad de grandes burgueses y grandes terratenientes, la expulsión del imperialismo y la confiscación de sus bienes, cuestiones básicas para avanzar en la aplicación del programa de nueva democracia. Para ello deben estar muy claros los blancos de la revolución: el imperialismo principalmente yanqui, la semifeudalidad y el capitalismo burocrático.
Abril de 2022